Sir Bobby Charlton y la maldición británica

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Sir Robert 'Bobby' Charlton es considerado una de las mayores leyendas del fútbol inglés. Su trayectoria brillante en el Manchester United, donde llegó a ser nombrado Presidente de Honor. Charlton falleció el pasado 23 de octubre a la edad de 86 años. No obstante, hubo un título que nunca pudo agregar a su  palmarés: la Eurocopa. A pesar de haber tenido una oportunidad única en 1968, al igual que muchos otros que vistieron la camiseta de los Tres Leones, ese trofeo se mantuvo fuera de su alcance.

En esa época, el nombre de Bobby Charlton ya era sinónimo de respeto en todo el continente europeo. El accidente cobró la vida de ocho jugadores del equipo más prometedor de Inglaterra. Convertido de extremo izquierdo goleador a mediapunta, Charlton fue el hombre escogido por el legendario entrenador Matt Busby para liderar la reconstrucción del equipo.

Y segundo, con el único frente que le quedaba por superar en el fútbol. Aquel año, Italia acogía la fase final de una Eurocopa que aún se disputaba en formato final a cuatro equipos.

Los ‘pross’, con figuras como Gordon Banks, Geoff Hurst, Ray Wilson, Roger Hunt y el capitán Bobby Moore, llegaban como favoritos para levantar la Copa Henri Delaunay.

Sin embargo, su rival en semifinales, la aparentemente inferior Yugoslavia, hizo añicos el último gran objetivo de Bobby Charlton.

Sin Geoff Hurst ni Nobby Stiles, ambos lesionados durante un amistoso en Hannover apenas cuatro días antes, el técnico Sir Alf Ramsey se vio obligado a recomponer la alineación.

En el partido disputado en Florencia, un choque bronco y estéril en cuanto a juego, Inglaterra dispuso de ocasiones para adelantarse en el marcador. Charlton incluso estampó un balón en el poste. Los británicos acabarían pagando el desperdicio de oportunidades de gol cuando, en el tramo final del duelo, Dragan Džajić, estrella del combinado balcánico, controló un balón colgado al área y fusiló a Gordon Banks.

Solo un par de minutos después, Alan Mullery tuvo el dudoso honor de convertirse en el primer jugador expulsado en la historia de la selección inglesa (que contaba con 96 años de existencia en aquel entonces).

La victoria posterior en Roma frente a la Unión Soviética en el duelo por el bronce, con gol incluido del jugador del United, no sirvió de consuelo ni para Bobby Charlton, quien dejaría la selección dos años después tras el Mundial de México, ni para Inglaterra, que vio cómo se iniciaba una maldición aún vigente que le ha impedido alzar el máximo título continental.

Y segundo, con el único frente que le quedaba por superar en el fútbol. Aquel año, Italia acogía la fase final de una Eurocopa que aún se disputaba en formato final a cuatro equipos.

Los ‘pross’, con figuras como Gordon Banks, Geoff Hurst, Ray Wilson, Roger Hunt y el capitán Bobby Moore, llegaban como favoritos para levantar la Copa Henri Delaunay.

Sin embargo, su rival en semifinales, la aparentemente inferior Yugoslavia, hizo añicos el último gran objetivo de Bobby Charlton.

Sin Geoff Hurst ni Nobby Stiles, ambos lesionados durante un amistoso en Hannover apenas cuatro días antes, el técnico Sir Alf Ramsey se vio obligado a recomponer la alineación.

En el partido disputado en Florencia, un choque bronco y estéril en cuanto a juego, Inglaterra dispuso de ocasiones para adelantarse en el marcador. Charlton incluso estampó un balón en el poste. Los británicos acabarían pagando el desperdicio de oportunidades de gol cuando, en el tramo final del duelo, Dragan Džajić, estrella del combinado balcánico, controló un balón colgado al área y fusiló a Gordon Banks.

Solo un par de minutos después, Alan Mullery tuvo el dudoso honor de convertirse en el primer jugador expulsado en la historia de la selección inglesa (que contaba con 96 años de existencia en aquel entonces).

La victoria posterior en Roma frente a la Unión Soviética en el duelo por el bronce, con gol incluido del jugador del United, no sirvió de consuelo ni para Bobby Charlton, quien dejaría la selección dos años después tras el Mundial de México, ni para Inglaterra, que vio cómo se iniciaba una maldición aún vigente que le ha impedido alzar el máximo título continental.